PERMANECIENDO EN EL AMOR
- mariaisalon
- 18 nov 2017
- 3 Min. de lectura
Si hay un apóstol que se caracterice por centrarse en el amor del Señor, ese es Juan, a lo largo del evangelio escrito por él, sus tres epístolas y el Apocalipsis, sí aunque algunos le teman a este último libro, solo se puede ver desde dos ángulos el de los no creyentes y por obvias razones le tendrán temor y el de los creyentes en el que podemos ver su majestad, su gloria pero sobre todo su gran amor por redimirnos y salvarnos eternamente.
En su primera carta en el capítulo 4 insiste ampliamente en el tema del amor y cómo debemos permanecer en él:
“Queridos hermanos, amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de él y lo conoce. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. Así manifestó Dios su amor entre nosotros: en que envió a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo para que fuera ofrecido como sacrificio por el perdón de nuestros pecados. Queridos hermanos, ya que Dios nos ha amado así, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. Nadie ha visto jamás a Dios, pero, si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece entre nosotros, y entre nosotros su amor se ha manifestado plenamente. ¿Cómo sabemos que permanecemos en él, y que él permanece en nosotros? Porque nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y declaramos que el Padre envió a su Hijo para ser el Salvador del mundo. Si alguien reconoce que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos llegado a saber y creer que Dios nos ama. Dios es amor. El que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. Ese amor se manifiesta plenamente entre nosotros para que en el día del juicio comparezcamos con toda confianza, porque en este mundo hemos vivido como vivió Jesús. En el amor no hay temor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor. El que teme espera el castigo, así que no ha sido perfeccionado en el amor. Nosotros amamos porque él nos amó primero. Si alguien afirma: «Yo amo a Dios», pero odia a su hermano, es un mentiroso; pues el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios, a quien no ha visto. Y él nos ha dado este mandamiento: el que ama a Dios, ame también a su hermano.” 1 Juan 4:7-21
De todo este capítulo podemos extraer verdades inamovibles:
El amor NO es una emoción, debemos estar unidos al único y verdadero proveedor, Dios.
La única forma de demostrar que realmente nos hemos convertido en hijos de Dios es manifestando amor hacia el prójimo, el odio no puede estar en la ecuación.
Si le reconocemos públicamente El permanecerá en nosotros y por lo tanto su amor será evidente en la vida de cada uno.
Podemos estar confiados para el día del juicio, no hay espacio para el temor ya que Jesús ha sido nuestro norte y nuestro ejemplo a seguir.
Dios te bendiga en el nombre de Jesús y su amor se refleje en tu vida al punto de ser luz en cada lugar donde estés, llevando a muchos a la presencia del Señor.
Comentarios